Los estallidos revolucionarios


Autorretrato con chaleco verde. Eugene Delacroix (1837) . Oleo sobre lienzo. Museo del Louvre

De casta le viene al galgo. Seguramente hay pintores que lo son todo porque en su tradición está presente el mundo del arte. Si se suma ese mundo con el de la política, encontraremos artistas como Eugène Delacroix, nacido en 1798 , y que llevaba en su genética su condición de artista, heredado de su madre, Victoire Oeben, que pertenecía a una familia de ebanistas, artesanos y dibujantes siendo sobrino del pintor Henri-Francois Riesener, y su condición de hombre comprometido con la política de su tiempo, dado que era hijo del político Charles Delacroix , que había prefecto de la Gironda y ministro de exteriores durante el Directorio. Artista y político comprometido se dan la mano en el cuarto hijo de este matrimonio.  

A la muerte de su padre se traslada a París. En la capital francesa se forma en estudios clásicos, pero descubriendo espacios que le inspiraban tanto en Rouen como en la misma capital francesa. 

A los 16 años, huérfano de padre y madre entra por influencia de su tía en el taller del pintor y litógrafo neoclásico Pierre Narcisse Guérin. Allí coincide con otros artistas como Théodore Géricault - para el que posará como uno de los náufragos de su espléndida obra La balsa del Medusa-y el Barón Antoine - Jean Gros que le ayudarán en su formación. Los tres aunque de formación neoclásica se convertirán en exponentes de la pintura romántica. Mientras recibe su formación académica Delacroix visitaba frecuentemente el Louvre, estudiando y copiando a los grandes pintores que admiraba tales como Rubens, Velázquez, Rembrandt, Paolo Veronese, pero al mismo tiempo estudiando a Goya e interesándose por la litografía, publicando algunos grabados en Le Miroir. Su mirada no sólo está en la pintura pasada sino en la contemporánea admirándo a paisajistas como Richard Parkes Bonington, un pintor romántico inglés , uno de los artistas ingleses más influyentes de su época.   

Mientras el pintor se va formando, la política sigue su curso. Y frente al espíritu reaccionario de la Restauración estalla la promera oleada revolucionaria que recorrió Europa. Era el año 1820 y afectó fundamentalmente al área mediterránea, más concretamente a España, Nápoles, Piamonte, Portugal y Grecia, aunque se inició en territorios alemanes, bajo el impulso de asociaciones de estudiantes universitarios, pero rápidamente fue reprimida por el canciller austriaco Metternich, que logó convertir en el pivote del equilibrio europeo de poder. Los estudiantes pedían constituciones que liberalizaran la vida política. 

En los casos de España y Nápoles que reactivan la idea de reimplantar un modelo liberal en base a la Constitución de 1812, fracasó la implantación de sendas monarquías liberal-constitucionales debido a la intervención de los vecinos estados absolutistas al ponerse en marcha en virtud de la Santa Alianza, tras la reunión del Congreso de Verona, a pesar de las dudas planteadas por Gran Bretaña, que devuelve a Fernando VII al absolutismo mas rancio. 

En Nápoles y en Portugal, al igual que había ocurrido en España, son militares liberales los que se alzan en armas siendo igualmente reprimidos por la Cuadriple Alianza con los ejércitos austriacos. 

En el Piamonte el monarca fue obligado a jurar la Constitución, una calco de la española. En Portugal también un grupo de oficiales consiguió derribar la Regencia y que el rey jurara la Constitución liberal de 1822. Al año siguiente, como en España, retorna el absolutismo. 

El siguiente episodio saca a la luz las divergencias entre aliados y socios. Se trata del episodio de la Cuestión de Oriente. Este episodio tiene mucho que ver con la debilidad que mostraba el Imperio Otomano dada su diversidad étnica, cultural , así como los intereses diversos de las naciones europeas ante un enemigo que se muestra débil. Esta debilidad invita pensar en alguns países europeos en obtener beneficos a costa del Imperio. Y la grieta parece abrirse en Grecia. En 1822 los griegos se levantan en armas y logran vencer con la ayuda de Rusia, Francia y Gran Bretaña. El único país que se opuso fue el Imperio austriaco que veían en la revolución griega y en esta larga guerra que duró casi una década una bomba de relojería nacionalista que podía estallar en su imperio.  

En 1830 el Imperio reconoce la independencia de Grecia y concede cierta autonomía a los rumanos y serbios integrados en el Imperio. 

Hasta que eso ocurra, y en este punto, es donde vuelve a estar presente el pintor al que seguimos. Dos años más tarde de su primer éxito como pintor, La barca de Dante, presentada en 1822, y al hilo de la guerra de independencia de Grecia, Delacroix presenta en sociedad otra de sus obras, La matanza de Quíos

Eugene Delacroix . La matanza de Quios (1824). Óleo sobre lienzo. 

Era el año 1824, la guerra entre griegos y turcos es un tema de debate en Europa. El mismo informa a un amigo que "Para el próximo Salón deseo pintar un cuadro que tenga como asunto la nueva guerra entre turcos y griegos; de este modo, creo que las circunstancias me permitirán atraer la atención del público". Y lo consiguió. 

 El cuadro, un óleo sobre lienzo, representa un episodio ocurrido en marzo de 1822, la masacre de Quíos, durante la guerra de independencia de los griegos contra los otomanos ocurrido ese mismo año: un levantamiento por parte de los griegos de la isla que a los otomanos, que se retiraron a la ciudadela. Al levantamiento se sumaron otros muchos griegos más. Tras estos enviaron los otomanos a 40.000 hombres que durante los cuatro meses siguientes arrasaron la isla. Resultado de ello fue la matanza de 20.000 habitantes de las islas griegas, y el sometimiento a la esclavitud de las mujeres y los niños supervivientes. Éste y otros hechos provocaron gran indignación en Occidente y animaron a Gran Bretaña y Francia a intervenir, como más tarde haría Rusia, en el conflicto a favor de los griegos. 

Aquí nos muestra una pintura enérgica, en movimiento, con una perspectiva en escorzo para dotar de fuerza y expresividad a la composición y con un colorido mucho más vivo. El cuadro presenta tres grupos de personas. De izquierda a derecha, se ven expresiones de miedo y frustración. Los cuerpos, semidesnudos y tirados, reflejan , especialmente en los rostros, la derrota de los griegos. A la izquierda hay una pareja. Puede verse la sangre que recorre el cuerpo del hombre. A su derecha, se encuentra la figura de una mujer vieja, que mira hacia afuera del cuadro con expresión de horror. Su presencia refuerza el patetismo de la escena. Detrás de ella, a la derecha, se ve a un oficial turco, altivo, llevándose a una mujer desnuda, lo que enfatiza la crueldad de la masacre. Destaca en el lienzo la ausencia de un héroe. 

La masa de los habitantes son los protagonistas, los que resultan heroicos, sufriendo todos ellos la guerra. El paisaje del fondo adquiere gran importancia, destacando el cielo con sus peculiares tonalidades. Este cuadro está considerado el Segundo Manifiesto del Romanticismo. Con esta imagen se pretendía invocar en el espectador la causa de la libertad. La obra es una clara muestra de romanticismo pictórico al encontrarnos con una composición totalmente en movimiento, en la que los ecos de Rubens son significativos al aparecer las figuras en marcados escorzos y el interés por los detalles visibles en la calidad de las telas o el "bodegón" de joyas que encontramos en primer plano.

Tanto La barca de Dante como esta última obra muestran como el pintor se mueve entre el romanticismo y el clasicismo, entre diseño y color, polémica interna que le acompañará durante toda su vida. 

En 1825, Delacroix está Inglaterra, uno de los países que apoyan a los griegos frente a la autoridad otomana, donde pasará tres meses estudiando a los pintores ingleses. Allí entra en contacto con John Constable, el mayor paisajista europeo de la época. Trata de desvelar la técnica y el uso de los colores, analizando los efectos psíquicos que estos provocan. 

Al año siguiente el tema de Grecia sigue estando presente en el pintor francés. De ese año es Grecia sobre las ruinas de Missolonghi , una pintura al óleo del año 1826 que se conserva en el Musée des Beaux-Arts de Bordeaux. 

Esta pintura se inspiró en el Tercer Sitio de Missolonghi por parte de las fuerzas otomanas en 1826, durante el cual muchas personas de la ciudad después del asedio prolongado (casi un año) decidieron intentar una fuga masiva (salida) para escapar del hambre y las epidemias. El intento resultó en un desastre, con la mayor parte de los griegos asesinados. 

Grecia está representada como una mujer arrodillada que ocupa la mayor parte de la pintura. Lleva un traje tradicional griego, su pecho está muy descubierto y abre los brazos en señal de tristeza. Se puede ver la mano de una víctima muerta sobresaliendo de los escombros, debajo de sus pies.


 Grecia sobre las ruinas de Missolonghi (1826). Óleo sobre lienzo. Musée des Beaux-Arts de Bordeaux

Al fondo, un hombre de tez oscura y turbante amarillo, que simboliza al enemigo, está plantando una bandera en el suelo. La pintura toma prestados elementos del cristianismo. De hecho, para Alain Daguerre en su obra L´ABCderaire de Delacroix" "Grecia adopta la actitud de orar en los primeros siglos del cristianismo. La túnica azul y la túnica blanca, tradicionalmente atribuidas a la Inmaculada Concepción, refuerzan esta analogía con una figura secular de María aquí. La fuerza de la imagen es el fuerte contraste entre la alegoría tradicional que induce a una idealización del modelo, y el procesamiento de la escena sin ninguna concesión al ideal”. 


La muerte de Sardanápalo de Eugene Delacroix

De vuelta en Francia, en 1827, y dado la Guerra por la independencia de Grecia continua presenta en sociedad La muerte de Sardanápalo en el Salón de París. Los escritos de Lord Byron fueron una de las más importantes fuentes de inspiración para Delacroix. La obra nos muestra el momento en que los esclavos matan a las concubinas del sátrapa antes de iniciar el suicidio colectivo para evitar el saqueo por parte de las tropas ocupantes de la ciudad, escena que es contemplada por Sardanápalo desde su lecho. Como podemos observar, la crueldad y el horror de la guerra serán un referente para Delacroix. Es un cuadro en el que hace gala de una de sus más espléndidas combinaciones del color. Con un trazado lleno de vigor, tras un esbozo al temple hizo una serie de estudios parciales al pastel y, después, al natural. La pintura es un buen ejemplo de lo que era importante para los románticos franceses: el superhombre desbocado en calidad de héroe, la combinación de erotismo y muerte, el decorado oriental, los grandes movimientos casi sacados de Rubens en lugar de una composición equilibrada y apacible, y el predominio del color sobre la línea. Delacroix la llamaría "La Proeza asiática".

Los escorzos, las diagonales, los fuertes contrastes de luz, las tonalidades oscuras contrastando con la claridad de los cuerpos desnudos o las expresiones de las figuras protagonizan una escena en la que la violencia generalizada choca con la tranquilidad del sátrapa. Los detalles de las joyas y las calidades de las telas resaltan esta obra maestra, que fue recibida con rechazo cuando fue presentada por el artista al Salón de 1828, rechazo por parte de las autoridades y de los demás artistas, llegándole incluso a sugerir que cambiara de estilo si quería recibir encargos oficiales. Pese a ello, con esta escena Delacroix definía el Romanticismo.

Por su parte en uno de los países que auxiliaron a los griegos en Rusia también se va a vivir una situación compleja cuando en 1825 fallezca el zar Alejandro I y se inicie una crisis sucesoria entre los dos hermanos del zar, Nicolás y Constantino. El segundo, cuenta con la simpatía de algunas unidades militares inspiradas en las sociedad secretas liberales, pero Constantino ante el temor de una guerra civil, rechazó el trono al que accede Nicolás I, un hombre de convicciones reaccionarias que nada más llegar al poder reprime a los liberales y establece un régimen autocrático. 

Poco tiempo después hay un nuevo estallido revolucionario. Es el año 1830. Estas revoluciones tuvieron mayor relevancia y trascendencia que las de 1820. En ellas se entremezclaron reivindicaciones de carácter nacionalista (Bélgica, Polonia, Italia y Alemania) con intereses de grupos minoritarios burgueses y obreros. 

Gran parte de estas insurrecciones estuvieron auspiciadas por minorías agrupadas en asociaciones secretas, con conexiones internacionales de fuerte presencia en la oficialidad del ejército. Su objetivo era realizar una "revolución universal contra la tiranía". De entre esas asociaciones destacaron la masonería y sus herederos más activos, los carbonarios. 

El epicentro de estos movimientos, al igual que en 1789, fue Francia.  Luis XVIII (1755-1824), que había llegado a ser rey de Francia en dos momentos (1814-1815, 1815-1824) y que ascendió al trono cuando se restauró la monarquía después de la caída de Napoleón I Bonaparte, y gobernó tras acatar la Constitución o al menos, una Carta Otorgada. 

Nacido en Versalles; era hermano de Luis XVI y recibió el título de conde de Provenza siendo aún muy joven. Permaneció en París después de que estallara la Revolución Francesa en 1789, pero escapó a Bélgica al cabo de dos años. Se proclamó regente tras la ejecución de Luis XVI en 1793. Cuando su sobrino Luis XVII falleció en 1795, tomó el título de Luis XVIII. Vivió exiliado en varios países europeos hasta que se convirtió en rey después de la primera abdicación de Napoleón, que tuvo lugar en 1814. 

Éste volvió a tomar el poder en 1815, durante el periodo denominado de los Cien Días, lo que obligó a Luis a huir nuevamente a Bélgica. Fue repuesto en el trono ese mismo año al ser derrotado Napoleón definitivamente en Waterloo. 

La Carta Otorgada que promulgó en 1814 establecía la creación de una asamblea legislativa bicameral, requisitos de propiedad para acceder al derecho a voto y limitaciones en la libertad de prensa. 

A comienzos de 1816, Luis XVIII, aconsejado por el ministro liberal Elie Decazes, decidió ampliar el derecho a voto y suavizar la censura. 

A partir de 1820 fue aumentando progresivamente la influencia que los sectores reaccionarios, dirigidos por su hermano, el conde de Artois, ejercían sobre el monarca. Tras su muerte, le sucedió en el trono su hermano, con el nombre de Carlos X. 

Regresó a Francia tras la abdicación de Napoleón en 1814 y fue bien acogido por el rey Luis XVIII que le restituyó todos los bienes de la familia Orleans. Sin embargo, hacia finales de la década de 1820, el país estaba sometido al gobierno autocrático de Carlos X, hermano y sucesor de Luis XVIII, y último monarca de la dinastía Borbón, y la agitación entre las clases medias y bajas iba en aumento. El príncipe Carlos, futuro Carlos X, cuando regresó a Francia, se había puesto al frente del reaccionario partido ultramonárquico. 

Una vez en el poder ejecutó lo que ya había mostrado anteriormente: el favoritismo hacia la Iglesia católica y a la aristocracia lo que levantó un gran rechazo en el pueblo, lo que condujo a una revolución en 1830, conocida como la Revolución de Julio. 

Carlos fue obligado a abdicar y vivió exiliado nuevamente en Gran Bretaña y después en el continente. En esa época, Luis Felipe era el candidato favorito de los republicanos que temían provocar la oposición de toda Europa si se establecía un régimen republicano y confiaban en que el duque gobernaría siguiendo la voluntad del pueblo. 

En 1830, cuando tuvo lugar la Revolución de julio que derrocó a Carlos X y puso fin a la dinastía de los Borbones en Francia, Luis Felipe fue proclamado rey por la Asamblea Nacional francesa. 

Durante el comienzo de su reinado se sintió orgulloso de gobernar como un 'rey ciudadano' y deseaba satisfacer al sector republicano que le había entronizado; por ello, renunció a muchos de los privilegios reales. 

Poco después del triunfo de Luis Felipe le encargan su cuadro más popular La Libertad guiando al pueblo, también conocido como La barricada (1831). Delacroix aplica pinceladas sueltas y vaporosas que recuerdan las texturas de Rubens y Velázquez, pero también evoca las texturas y la expresividad de Francisco de Goya.

El cuadro expresa dramatismo, abigarramiento, tensión y dinamismo. La luminosidad cumple un papel expresivo, al servicio de los símbolos principales: la bandera y la Libertad; el sacrificio de los caídos y el pecho del pueblo alzado.


La composición es piramidal. La base de la pirámide abarca la línea inferior de punta a punta, donde se ubican los caídos en batalla. El vértice superior coincide con la bandera de Francia, que jerarquiza toda la escena.

Se distinguen tres grupos de personajes. En el primer plano y a centro-derecha, una mujer y un niño. A la izquierda, dos hombres y otro niño seguidos por una muchedumbre enardecida. En la base, los caídos en combate y un moribundo.

Los personajes de Libertad guiando al pueblo son alegóricos y arquetípicos, no personajes históricos. Representan los conceptos de libertad y pueblo respectivamente.

La Libertad está representada como una joven del pueblo, descalza y ataviada con una túnica amarilla ceñida a la cintura, cuya parte superior se ha rasgado en la lucha. La axila muestra el vello natural, un rasgo considerado vulgar por los clásicos, para quienes la piel de una diosa debía ser lampiña y suave. Su cabeza porta un gorro frigio, símbolo de los sans-culottes, militantes de la Revolución francesa pertenecientes a la clase baja. Estos habían adoptado el gorro frigio, usado en la Antigüedad por los romanos para distinguir a los esclavos libertos. La mujer con gorro frigio y cabellos al aire es la “Marianne”, un símbolo nacional de la República francesa creado tras la Revolución de 1789. Pero la Marianne de Delacroix también porta como atributos una bayoneta moderna en la mano izquierda, y la bandera de Francia, en su mano derecha. La Libertad es una diosa comprometida, moderna, real y contemporánea que se encarna en el corazón del pueblo. Así, Delacroix representa una Marianne vibrante, energética y rebelde que, con sus pechos descubiertos, abre camino sobre los caídos y guía al pueblo hacia la victoria. Los personajes secundarios que están de pie junto a Libertad representan al pueblo integrado por los diferentes sectores y clases sociales. Todos, en su conjunto, son el pueblo en su concepto ciudadano. Cada personaje es arquetipo de un sector específico. La burguesía está representada por un hombre con sombrero de copa, pantalón de artesano y un rifle de caza es un arquetipo de la burguesía. Se especula que este personaje puede ser Delacroix o un conocido de este. La clase trabajadora. Al lado del burgués, vemos a un hombre con una espada, sin saco y con una pistola atada a la cintura, representante de la clase trabajadora. Los burgueses y la clase trabajadora se unen para un mismo fin: la victoria de la República basada en la libertad. 

Además de estos personajes, destacan los niños de París. Están representados en dos personajes. El primero es el niño que acompaña a Libertad. Porta dos pistolas y una boina negra estudiantil. Sus labios entreabiertos sugieren que exhala un grito de lucha. Es el arquetipo de la rebeldía juvenil contra la injusticia. El segundo se ubica a la izquierda del lienzo. Lleva una gorra de infantería y se sujeta a los escombros. Moribundo suplicante. A los pies de la Libertad, un moribundo entrega su último aliento, sabiendo que su sacrificio ha valido la pena. El pañuelo rojo a la cintura, camisa blanca y chaqueta azul simbolizan la bandera francesa. 

Los caídos, semidesnudos vemos a un guardia suizo y a su lado y boca abajo, un coracero o soldado de caballería. También los estudiantes siguen a los burgueses y trabajadores. Se mezclan en la muchedumbre. Entre ellos, se distingue a uno proveniente de la Escuela Politécnica, reconocible por el sombrero bonapartista.

A la derecha, en medio de la humareda, puede distinguirse la silueta de la ciudad. Sabemos que es París porque distinguimos las torres de la Catedral de Notre Dame y un puñado de edificios parisinos. Sin embargo, el espacio es imaginario. Delacroix ha usado la arquitectura como símbolo para informar sobre el contexto urbano, pero no ha pretendido retratar la ciudad. Con esto también ha desafiado la tradición clásica. Se puede distinguir también un eje diagonal desde la esquina superior izquierda hasta la esquina inferior derecha, en la que se concentra la muchedumbre. En el eje contrario y hacia la esquina superior derecha, se reconoce el contexto: la ciudad de París.

Dos años después de acceder al poder, en 1832, Luis Felipe de Francia decide mandar una delegación especial a Marruecos para mantener el control sobre el mulay Abd ar-Rahman ibn Hicham, eligiendo para encabezar la delegación al conde Charles Edgar de Mornay, antiguo gentilhombre de la corte de Carlos X. Lo acompañara su amante oficial, Mademoiselle Mars, que le sugiere incluir en la lista de viajeros a un pintor que ya tenía la Cruz de la Legión de Honor por su Libertad guiando al pueblo. Ya era muy apreciado y reconocido por la sociedad Francesa, Eugene Delacroix. De estos viajes por Marruecos y Argelia Delacroix se traerá una buena cantidad de obras y apuntes. Cuando regresa de Marruecos recibe encargos oficiales para decorar y pintar diversos edificios públicos: el Salón del rey del palacio de Borbón, el palacio de Luxemburgo, la Galería de Apolo en el Louvre...    

No obstante, su actitud fue cambiando progresivamente y, pese a que seguía manteniendo una monarquía constitucional, comenzó a adoptar medidas más autoritarias, a la vez que intentaba asociar a la dinastía Borbón-Orleans a la Corona y consolidar su posición entre los monarcas europeos. Acordó el matrimonio de su hija Luisa con Leopoldo I de Bélgica. 

Los últimos años de su reinado se vieron empañados por la corrupción política en el interior y la pasividad en los asuntos internacionales. Finalmente, Luis Felipe, que había intentado ganarse el favor tanto de los sectores democráticos como de los reaccionarios, perdió el apoyo de ambos grupos y fue derrocado por la Revolución de 1848, que tuvo como consecuencia la proclamación de la II República (1848-1852) y el posterior ascenso al poder de Luis Napoleón, que más tarde sería Napoleón III, emperador de Francia. 

Después de abdicar, Luis Felipe se trasladó con su familia a Inglaterra, donde falleció en su residencia de Claremont (Surrey). 

Esta fue sólo una de las revoluciones que estallaron en 1848 pues aquel año una serie de insurrecciones acaecidas en diversos países europeos. 

En Bélgica estalla otra que culmina con la independencia de los Países Bajos (Holanda) a la que había sido unida en 1815 como "Estado-Tapón". Formó un nuevo estado basado en una monarquía constitucional representada por Leopoldo I donde habían fracasado los intentos de llevar a cabo reformas económicas y políticas. 

Gustafo Gustave Wappers "Episodio de los días de septiembre de 1830 en el Gran Palacio de Bruselas. Óleo sobre lienzo (1835) . Museo de Arte Antiguo de Bruselas.

También aquí hay reflejos del triunfo revolucionario en una obra de un pintor nacido en Amberes de nombre Gustave Wappers realizada en 1835. Formado en su ciudad de nacimiento y en París desde 1826. El movimiento romántico con sus nuevas ideas sobre el arte y la política estaba surgiendo en Francia. 

Autorrretrato de Gustaf Wappers  (1871). Óleo sobre lienzo. Royal Museum of Fine Arts, Antwerp

Wappers fue el primer artista belga en tomar introducirse en esta corriente y hace hace su primer cuadro, "La devoción de la burgomaestre de Leiden", a asombrando en el Salón de Bruselas, en 1830, el año de la Revolución belga. Aunque político, esta notable obra revolucionó la dirección de los pintores flamencos. 

Wappers fue invitado a la nueva Corte de Bruselas, donde favorecido exhibió su obra maestra, "Episodio de la Revolución belga de 1830" o "Episodio de los días de septiembre de 1830 en el Gran Palacio de Bruselas", -hoy expuesto en el Museo de Arte Antiguo de Bruselas- en el Salón Amberes en 1834. 

Se trata de un cuadro en el que vemos a hombres y mujeres forman un montículo alrededor de un poste en las calles de una ciudad , mientras que una bandera tricolor hecha jirones (de negro, amarillo y rojo) está en la parte superior, y al lado de esta bandera, un hombre está de pie con un papel en la mano. Un hombre sobre su caballo (a la izquierda de la pintura) se encuentra entre la multitud en la base del montículo, y un perro acampa justo frente a su corcel. La multitud porta espadas, picas y fusiles con bayonetas. Una de las mujeres en la base del montículo acuna a un bebé, mientras que dos mujeres y un anciano lloran por un joven muerto en sus brazos. El cielo azul está cubierto de humo gris. El cuadro representaba lo que había acontecido y el éxito de este estallido revolucionario. 

Posteriormente, Wappers fue nombrado pintor de Leopoldo, rey de los belgas, aunque también trabajó para Luis Felipe de Orleans en Versalles. Tras regresar a Bélgica, a partir de 1853, una vez finalizadas las distintas crisis políticas del año 48 se asienta en París, ciudad en la fallece en 1874 el más importante pintor romántico belga.     

En España vemos el paso de un régimen político absolutista a un régimen liberal, iniciándose un período de guerras civiles entre liberales y absolutistas (Guerras Carlistas). 

En Polonia, Alemania e Italia también hay revoluciones que no tuvieron éxito, fueron aplastadas por los regímenes absolutistas de Rusia, Prusia y Austria. La mayoría de los liberales y nacionalistas polacos, italianos y alemanes hubieron de exiliarse a otros países, fundamentalmente a Gran Bretaña y Francia. 

Estas revoluciones, de carácter liberal democrático y nacionalista, fueron iniciadas por miembros de la burguesía, que reclamaban gobiernos constitucionales y representativos, y por trabajadores y campesinos, que se rebelaban contra el aumento de las prácticas capitalistas que les estaban sumiendo en la pobreza. Estas peticiones se unieron a consideraciones nacionalistas en aquellos pueblos sometidos a un gobierno extranjero que consideraban necesario crear un Estado propio, sobre bases liberales, para garantizar su carácter nacional. Tal fue el caso de alemanes, italianos, checos, húngaros y rumanos. 

La oleada revolucionaria de 1848 se inició -al igual que la de 1830- en Francia y se extendió a continuación por gran parte de Europa. Es conocida con el nombre de "primavera de los pueblos".

La crisis económica desatada en Francia en 1847 tiene como consecuencia de una serie de malas cosechas, en especial la de patatas, alimento básico para las clases populares. La crisis agraria influyó en los sectores industrial y financiero, llevando al paro a muchos obreros. 

La negación de derechos y libertades a importantes sectores de la sociedad francesa: la monarquía de Luis Felipe de Orleans sólo satisfacía los intereses de la alta burguesía, en tanto que la pequeña burguesía como el proletariado quedaban política y económicamente desatendidos.

Pese a que los logros alcanzados gracias a las revoluciones de 1848 no perduraron, este movimiento ejerció una influencia a largo plazo en los gobiernos europeos al minar el concepto absolutista de la monarquía y promover una corriente en favor del liberalismo y el socialismo. 

Este primer estallido revolucionario se produjo en febrero de 1848 en Francia. El gobierno provisional contó por primera vez con miembros socialistas (Louis Blanc) que implantó la jornada laboral de 10 horas. Además, con el fin de mitigar el paro obrero (más de 100.000 desempleados solo en el distrito de París) fueron creados los Talleres Nacionales, impulsados desde el Estado, si bien constituyeron un fracaso y fueron clausurados tras pocos meses de funcionamiento. En febrero la insurrección, protagonizada por sectores pequeño-burgueses, obreros y estudiantes forzó la abdicación de Luis Felipe donde los defensores del sufragio universal y los socialistas, liderados por Louis Blanc, derrocaron al rey Luis Felipe I de Orleans y proclamaron la II República. 

En junio la revolución se radicalizó y la pequeña burguesía que había estado del lado de las clases obreras se alió con la alta burguesía. La lucha contra el absolutismo se transformó en una lucha interclasista entre burgueses y obreros que se saldó con una fuerte represión (más de 1.500 ejecutados).

La proclamación de la IIª República bajo un régimen de acusado matiz social que implementó las siguientes medidas: sufragio universal masculino (frente al censitario), libertad de prensa, libertad de asociación y derecho al trabajo.

Sin embargo, la falta de consenso en el gobierno a causa de las reformas políticas y económicas provocó cruentas luchas en las calles de París. A finales de 1848 fue elegido presidente el sobrino de Napoleón Bonaparte, Luis Napoleón (más tarde Napoleón III).

Tras la aprobación de la Constitución fue nombrado presidente de la República Luis Napoleón Bonaparte, sobrino de Napoleón, quien en 1852 se proclamó emperador con el nombre de Napoleón III, dando al traste con la mayor parte de las reivindicaciones revolucionarias e inaugurando el Segundo Imperio francés. 

Esta rebelión dio origen a movimientos en favor de la unificación nacional en los estados alemanes e italianos siempre en contra de la presencia del Imperio Austríaco. Aquí se produjo la caída y huida de Metternich y el emperador Fernando I hubo de aceptar la formación de una Asamblea Constituyente. 

Las reivindicaciones nacionalistas se unieron a las liberales, especialmente en Hungría y Chequia, que lograron cierta autonomía dentro del Imperio. 

La revolución en Alemania también tuvo una marcado signo nacionalista. Federico Guillermo IV de Prusia hubo de aceptar una Constitución de base censitaria. Los liberales alemanes formaron una Asamblea nacional de toda Alemania en Frankfurt del Main. No obstante, el gobierno provisional no llegó a tomar una decisión sobre el régimen del nuevo Estado y acabó por restaurarse el antiguo sistema, aunque hubo estados como Prusia que establecieron una Constitución. 

Las insurrecciones que se produjeron en Italia estuvieron cargadas de significado nacionalista y sirvió -pese a su fracaso- de punto de partida en el proceso de unificación. 

En los Estados pontificios obligaron a huir al papa Pío IX; Giuseppe Mazzini, patriota italiano que propugnaba la unificación italiana bajo un régimen republicano, proclamó la República Romana en 1849, pero ésta no tardó en ser abolida. En Nápoles se implantó una monarquía constitucional que sustituyó al absolutismo. Lo mismo ocurrió en Lombardía y Venecia, sometidas a los austriacos, que declararon su independencia apoyados por el reino de Cerdeña que formaba parte del reino del Piamonte donde se creó una monarquía constitucional que se convirtió en el motor de la unidad italiana.; sin embargo, las tropas austriacas dirigidas por el general Radetzky sofocaron duramente la revuelta tras derrotar a los italianos en Custozza. 

Aunque todas estas revoluciones fracasaron, la corriente en favor de la unificación adquirió fuerza en los años siguientes: Italia culminaría este proceso en 1861 y en 1871 lo hizo Alemania. 

El aumento del sentimiento nacionalista entre los checos, húngaros, alemanes y otros pueblos que se encontraban bajo el dominio del Imperio austriaco ocasionó revueltas, y el príncipe Klemens von Metternich y el emperador de la Casa de Habsburgo, Fernando I, fueron derrocados en marzo de 1848. Las insurrecciones en Viena permitieron la formación de una asamblea constituyente y la emancipación del campesinado. 

En Praga, se reunió una asamblea de los eslavos sometidos al Imperio austriaco, pero el enfrentamiento entre checos y germanos permitió al ejército austriaco sofocar la rebelión. 

En Hungría, que se hallaba bajo el poder de Austria, Lajos Kossuth asumió el control de un gobierno que declaró la independencia de todos los territorios húngaros. No obstante, su nacionalismo extremo le granjeó la enemistad de numerosos grupos minoritarios. 

Finalmente, los serbios, croatas y transilvanos, ayudados por Austria y Rusia, pusieron fin al conato independentista húngaro al año siguiente. 

En España, bajo el reinado de Isabel II, las Revoluciones de 1848 tuvieron un efecto menor que en el resto de Europa. Sólo en Madrid, Sevilla, Valencia y Cataluña se produjeron insurrecciones de cierta importancia, que fueron duramente reprimidas, por el general Ramón María Narváez.

Aunque las revoluciones de 1848 fracasaron, su experiencia influyó poderosamente en las ideologías obreras del siglo XIX. Socialmente los distintos grupos que se unieron en los inicios de la revolución se alejaron luego al defender distintos objetivos ya que una buena parte de la pequeña burguesía, temerosa de una revolución social, abandonó su alianza con el proletariado y se unió a la gran burguesía, aunque a lo largo del siglo XIX las diferencias entre ambas fueron bien patentes y se materializaron en las luchas políticas entre moderados y radicales. El proletariado comenzó a adquirir conciencia de clase y, si bien actuó desorganizadamente, se constituyó como un movimiento autónomo desgajado de los intereses burgueses. Los campesinos, una vez conseguida su liberación del régimen señorial, se condujeron de forma muy moderada y su objetivo en el futuro sería preservar las conquistas conseguidas. 

Políticamente, a pesar de ese aparente fracaso, los hechos acontecidos en 1848 supusieron el inicio de una progresiva democratización (sufragio universal) y la incorporación a la lucha política de la clase trabajadora.

 Fotografía de Nadar de Eugene Delacroix. Año 1857. 

En 1863 fallece el pintor Delacroix, que dejó plasmado de manera más gráfica el triunfo de una revolución. Su obra, que inicialmente fue vista por estilo y parte de la temática dominante como una obra de influencia neoclásica, aunque opuesto totalmente a Ingres, será prototípica del espíritu romántico. 

Y si bien es cierto que en los diferentes Salones en los que se exponen las nuevas corrientes pictóricas que suceden al románticos criticarán su arte, no es menos cierto que algunos impresionistas le deben mucho, especialmente en su gustó por el color y la temática elegida. A su fallecimiento, los artistas contemporáneos le rindieron sentidos homenajes, en especial el mejor exponente de la corriente que siguió al romanticismo, la del realismo, encabezado por Gustave Courbet.

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